15 de abril de 2020. Sala Virtual de Cine, Avilés. V.O.S.
Gemma y Tom están pensando en comprar una casa. El extraño comercial de la inmobiliaria en la que entran les lleva a visitar Yonder, una inmensa urbanización en la que todas las casas son verdes y clónicas pero en la que ninguna está habitada. El comercial les enseña la casa número 9 y les dice que es para toda la vida. Y realmente lo será para ellos porque el comercial desaparece y Gemma y Tom no lograrán salir nunca de esa extraña urbanización. Pero no estarán solos. En una caja recibirán un bebé al que criarán hasta que se haga adulto y se convierta en otro inquietante comercial de inmobiliaria.
En el preámbulo vemos imágenes de un polluelo de cuco deshaciéndose de los que deberían haber crecido en ese nido. Luego vemos a una niña que encuentra sus cadáveres en el suelo y a su maestra y su novio jardinero que los enterrarán. Esa pareja será la que tenga que criar a ese ser extraño que han recibido no saben cómo ni de quién. Vivarium es una fábula distópica con mucho de Black Mirror. Y no solo en la elegancia estética, sino también en la voluntad metafórica. En este caso no solo sobre vida en pareja y los vínculos familiares sino sobre el urbanismo seriado y el secuestro inmobiliario de las vidas hipotecadas. Vemos Vivarium tres días después de haber visto Nerium Park en Timbre4. Allí un matrimonio ilusionado también acababa desesperado tras pasar un año en el piso de un country en las afueras de Buenos Aires. Aquella historia me recordó a la de Las viudas de los jueves, la magnífica novela de Claudia Piñeiro. Vivarium también me ha recordado, además de otras propuestas distópicas, otra joya también muy metafórica de un director tan poco conocido como absolutamente genial. Me refiero a Amir Naderi y al empeño que el protagonista de su fenomenal película Vegas ponía en cavar en su jardín para buscar un tesoro. Tom también cava un pozo en el suyo buscando una salida, pero acabará siendo una tumba para él y para Gemma después de vivir confinados en ese lugar en el que no hay viento y las nubes no tienen formas. Los dos terminarán teniendo el mismo destino que aquellos dos polluelos que el intruso expulsó de su hogar.