de Imanol Uribe. España, 2022. 107’.
11 de abril de 2022. Multicines Béjar.
El 16 de noviembre de 1989 Lucía vio a los militares que asesinaron a los jesuitas de la UCA. Ella trabajaba allí como limpiadora y, tras huir con su marido y su hijita de la violencia que asolaba su barrio, Ellacuría le ofreció refugio en la universidad. Tras aquella masacre los jesuitas la ayudaron a salir del país y le ofrecieron ir a España con su marido y su hija. Ella prefirió ir a Miami y allí el FBI los secuestró para que Lucía cambiara su declaración. Ella era la única testigo y su testimonio contrariaba la versión oficial que culpaba al FMLN de la muerte de los jesuitas.
En febrero de 2001 estuve una semana en San Salvador y pude conocer el lugar en el que fueron asesinados. El reciente terremoto, las huellas de aquella terrible guerra y el recuerdo imborrable de los telediarios que a principios y finales de los ochenta nos informaron de los asesinatos de Monseñor Romero y de Ellacuría y sus compañeros estuvieron presentes en aquella semana académica en un país que entonces empezada a superar los tiempos más terribles. Unos tiempos infernales a los que el demonio gringo también había condenado, en un momento u otro, a Nicaragua, Guatemala, Chile, Argentina, México o Colombia. Algo de eso es lo que se desvela en esta película que, sorprendentemente, está pasando desapercibida en los medios a pesar de que nos recuerda el asesinato de algunos compatriotas nuestros en El Salvador. De hecho, hace solo tres años que ha sido extraditado uno de los culpables. Quizá el pecado de Imanol Uribe sea que también denuncia a la administración canalla de Estados Unidos que secuestró a la mujer que se empeñaba en decir la verdad sobre aquella masacre. Así que más allá del excelente trabajo de Juana Acosta como protagonista, de los papeles tan afinados como siempre de actores como Karra Elejalde o Carmelo Gómez y del buen trenzado en dos tiempos del relato, lo importante de esta película es lo que muestra y lo que denuncia. Por eso es tan lamentable que en España no se haya hablado hasta ahora de Lucía. De lo que vio e intentó denunciar aquella mujer humilde y de los motivos por los que no ha podido volver a su país desde entonces. Pero ya sabemos que en nuestro país se cultivan con mucho éxito según qué silencios y se sustituye la frágil memoria histórica por la más chulesca concordia amnésica. Hoy mismo tenemos buena prueba de ello en lo ratificado por las derechas extremadas en las Cortes de Castilla y León.