de Denise Villeneuve. EE.UU., 2024. 166’.
4 de marzo de 2024. Cines Parqueastur, Corvera.
Ya puestos a evocar pasados brutales, Denis Villeneuve también evoca en blanco y negro los espacios descomunales de las luchas a muerte entre gladiadores en Roma o los grandes actos y desfiles de los fascismos y militarismos vigesímicos. Ayer vimos la primera parte de esta historia, que promete convertirse en megaserie, y hoy el juicio no ha cambiado. Solo las imágenes de esos gusanos invisibles y aballenados y los paisajes de ese desierto infinito hacen que visualmente se lleven muy bien estas casi tres horas y media de redundancia belicista llena de tópicos testosterónicos. Pero también hay que reconocer el acierto de Villeneuve con la escala de sus artefactos. Le sacó el mejor partido en La llegada y vuelve a hacerlo ahora con esas máquinas enormes que explotan la especia o llegan al desierto desde otras galaxias. Sus descomunales cacharros poco tienen que ver con la idea que Lewis Mumford tenía de megamáquina (o quizá sí), pero son uno de los hallazgos de esta película en la que son mucho más atractivos los paisajes que los paisanajes. Y es que, puestos a elegir sagas y héroes del futuro, prefiero los Guardianes de la galaxia. Al menos no tenemos que tomar en serio nada de que hacen.