viernes, 29 de marzo de 2024

Stella. Víctima y culpable

de Kilian Riedhof. Alemania, 2023. 107.
29 de marzo de 2024. Multicines Béjar.

Stella es una joven judía que canta en un grupo de jazz en el Berlín del nazismo. Su horizonte sería irse a Nueva York, pero las cosas van a ser muy distintas para ella. Tanto que consiguió sobrevivir al horror, pero a costa de delatar a otros judíos que permanecían ocultos en la ciudad.

Es verdad que Paula Beer está magnífica y magnética en el papel protagonista. Pero también lo es que Kilian Riedhof trenza una historia muy bien ambientada y de gran interés. En esto la truculenta Stella está mejor contada que la emotiva Los niños de Winton, dos películas de temáticas opuestas sobre la condición humana. La historia de esa mujer judía está basada en hechos reales. Tras la guerra los soviéticos la encarcelaron, luego fue sometida a juicio en Alemania y recibió el máximo desprecio por parte de la comunidad judía. Condenar a una víctima por haber sobrevivido delatando a otras es maniqueísmo retrospectivo, una actitud moral simplista que pretende glorificar a la víctima atribuyéndole una condición heroica. Pero las víctimas (como los victimarios) son seres humanos que responden como tales a las situaciones concretas que les toca vivir. Por eso la de víctima debe ser considerada como una circunstancia terrible pero accidental y no una como una condición esencial que obliga a una integridad modélica. En este sentido, las circunstancias vividas por Stella eran bien distintas a las que señalaba Hannah Arendt respecto de los líderes de las comunidades judías cuya colaboración resultó determinante para la eficacia de la logística genocida de los nazis. También resultó determinante, en este caso por omisión, que la aviación de angloestadounidense no bombardeara, no ya los campos de exterminio, sino las vías de ferrocarril que conducían a ellos. Y, abundando en las responsabilidades sobre el mal, conviene recordar que al final de la guerra las fuerzas aéreas de esos países se aplicaron de forma muy tenaz en la masacre de la población civil de las ciudades alemanas bombardeadas. Sin obviar los mayores atentados terroristas de la historia: los de Hiroshima y Nagasaki, cuya génesis explica muy bien Christopher Nolan en Oppenheimer. Ahora mismo tenemos otro buen ejemplo del peligro de hipostasiar a la idea de víctima y apropiarse de su legitimidad: es el caso del Estado de Israel (y de Estados Unidos) masacrando a los palestinos de Gaza. Si hubiera que encontrar paralelismos históricos, los militares (y a los civiles llamados a filas) israelíes no son los herederos de aquellas víctimas sino que hoy encarnan el papel de los nazis mientras que los palestinos son los que ahora están en el lugar de aquellos judíos. Y es que el esencialismo y el prejuicio retrospectivo son muy peligrosos. Lo explica muy bien Leila Guerriero en el retrato que ha hecho sobre Silvia Labayru y sus circunstancias en su magnífico libro La llamada. Mientras veía esta película no podía dejar de pensar en él.