de Léa Todorov. Francia, 2023. 100’.
6 de mayo de 2024. Cines Ocimax, Gijón.
Hay dos películas en esta y las dos son muy buenas. La primera es un magnífico poema pedagógico centrado en la educación de los niños discapacitados. En la segunda se trenzan líneas feministas relacionadas con la maternidad, el empoderamiento y la sororidad. Las dos tienen como protagonista a María Montessori, pero igual que la estupenda película de Raoul Peck sobre El joven Marx, Léa Todorov se limita aquí a la primera parte de la vida de la famosa pedagoga italiana, la de sus primeros éxitos pedagógicos y sus dilemas con la maternidad. La apuesta por la educación inclusiva y el diseño universal de aprendizaje son dos de los mantras educativos actuales que, como tantas otras cosas, contienen verdades importantísimas que se acaban banalizando cuando se incorporan a las letanías burocráticas. Mientras veía las escenas con los niños me acordaba de algunas de las actitudes más aberrantes que he conocido en esta profesión. Me refiero a las de esos docentes desalmados que se dicen incapaces para atender a la diversidad, pero ni quieren aprender a hacerlo ni, por supuesto, dejan la profesión. Ellos simplemente reclaman que, por su propio bien (¿el de quién?) les aparten de sus aulas a determinados niños. Son esos docentes que no saben nada de casi nada (algunos ni siquiera tienen formación en la especialidad que enseñan), pero desprecian los informes de las Naciones Unidas sobre las carencias en la atención a las necesidades especiales en nuestro sistema escolar y su tradicional querencia por la segregación. En la película de Léa Todorov, María Montessori nos da una lección crucial sobre el diseño universal de aprendizaje: lo que se haga para tratar mejor a esos niños beneficiará también a los demás. Algunos de esos docentes segregadores ya se han jubilado, pero tanto ellos como los que siguen en activo deberían ver esta película. Quizá, por contraste, les permita reconocer los perfiles de su actitud malévola en el espejo pedagógico de María Montessori. Ojalá que reivindicaciones históricas como esta, o la del maestro Benaiges en la película de Patricia Font El maestro que prometió el mar, se conviertan en más habituales en nuestro cine. Sin duda, Francisco Ferrer i Guàrdia, Lorenzo Luzuriaga, María de Maeztu, los padres de la Institución Libre de Enseñanza o proyectos tan emblemáticos como las misiones pedagógicas o La Barraca podrían inspirar películas sumamente interesantes. Y de paso, rescatar lo mejor de la historia pedagógica de nuestro país. Esa que está en las antípodas de las pedagogías cipotudas.