domingo, 3 de marzo de 2019

Roma

de Alfonso Cuarón. EE.UU., 2018. 135’.
3 de marzo de 2019. Cines Verdi, Madrid. V.O.S.

La vida cotidiana de una familia en la Colonia Roma de Ciudad de México. El marido se va de casa y la mujer se queda con cuatro hijos, una abuela y dos criadas. Una de ellas es Cleo y también la dejará su novio cuando quede embarazada.

Una joya en blanco y negro. Un regreso visual, sonoro y casi tactil a la codianidad familiar de hace medio siglo. Una deliciosa inmersión en la vida del México urbano desde la mirada de una sirvienta. Una comprobación de la maravillosa diversidad y unidad cultural de quienes habitamos esta lengua. Alfonso Cuarón nos ofrece todo eso y mucho más en esta personalísima película de maneras clásicas y sonidos inconmensurables. Desde los créditos iniciales hasta los finales, la cámara nos da una lección continua de cómo seguir unas vidas. Con movimientos tan magistrales como el de la primera escena, el del recorrido circular por los espacios de la casa o los de las escenas de la mueblería y de la playa, Cuarón nos coloca en el lugar justo para que contemplemos la belleza de unos instantes que la memoria fijará para siempre. Las poéticas revelaciones de cuando era grande el hijo pequeño (seguramente el personaje del propio Cuaron en esta historia), las simetrías entre los dramas de las dos mujeres o el contrapunto que supone Fermín, ese novio machista y extravagante que abandona a la protagonista, son algunos de los mimbres de una historia tan sencilla y poderosa como los mejores clásicos. Con Roma Alfonso Cuarón no solo rinde tributo a su infancia y a esa mujer bondadosa cuyo punto de vista es el alma de la historia. También ha querido homenajear al cine y a su relación con las ciudades en esas aceras llenas de vida que preludian y prolongan la felicidad de quienes entran o salen de un cine. Pero poco de esto sigue vivo ahora. Las imágenes y el singular sonido de Roma requieren condiciones de proyección que solo existen en las salas de cine. Sin embargo, muchos han tenido que obviarlas y han visto (o creído ver) Roma en sus pantallas domésticas aceptando la envenenada invitación de Netflix, ese secuestrador (y devaluador) de creadores y espectadores que (con las demás empresas cinecidas) está finiquitando este arte que nació para ser público y compartido. El cine, junto con el teatro, es parte esencial de la vida de las ciudades y ha creado en ellas edificios bellamente emblemáticos concebidos para el encuentro. Pero el imperio invisible de esas empresas virtuales que promueven un consumo monádico va camino de convertirlos en no-lugares. Por eso Roma les parecerá un producto audiovisual más (eso sí, con pedigrí de calidad) a esos consumidores banales que creen estar viendo cine cuando miran pantallas privadas. La película de Cuarón solo se ha proyectado en tres ciudades de España. En Madrid solo en dos salas y obligando a los espectadores a elegir entre verla con subtitulos en inglés o con subtítulos en español. Como si los españoles fueramos idiotas o nos resultaran seres extraños los mexicanos con los que compartimos esta lengua. Sin embargo, en esa Roma subtitulada en español no se subtitula lo que se dice en inglés. Seguramente porque se presupone que esa es y debe ser la lengua de todos y que quien no la entienda es tan irrelevante (tan nadie) como esos personajes marginales cuyas palabras no se traducen indicando entre corchetes que están hablando en un idioma indígena. Pero los indígenas debemos ser nosotros, los nativos del verdadero cine, los que queremos seguir viéndolo en salas compartidas y los que sentimos como una agresión que se desprecie la lengua que habitamos más de quinientos millones de personas y que se nos quiera imponer otra. Quienes han perpetrado o contribuido al secuestro de esta joya (y quienes no dicen nada por ello) no son conscientes de la maravilla (y el derecho) que es (y debe ser) disfrutar del cine en su espacio propio. Quizá tampoco se dan cuenta de lo que mucho que nos jugamos cuando se juega con el respeto que merece una lengua. Los que, a pesar de todo, seguimos empeñados en ver el cine en los cines queremos seguir reviviendo en ellos historias maravillosas sobre niños, jóvenes, mujeres y familias de tiempos distantes en películas extraordinarias en blanco y negro como Roma (o Güeros, o La luz incidente o tantas otras). Y poder disfrutarlas con los maravillosos matices de la lengua que compartimos.