lunes, 19 de noviembre de 2018

Qué tal Pascual

de Bárbara Brailovsky. Austria, 2017. 55’.
19 de noviembre de 2018. Cines Ocimax, 56º Festival de Cine de Gijón (sección rellumes).

Pascual Iranzo es un tipo genial. Un artista de la peluquería masculina que sabe lo que se hace y lo argumenta con convicción. También es un filósofo mundano con un pico de oro y una autoestima envidiable. Sobre todo porque tiene ochenta y siete años y el Alzheimer le acecha.

Desde el Máster en Teoría y Practica de Documental Creativo de la Universidad Autónoma de Barcelona nos llegan dos joyas: este mediometraje soberbio y un cortometraje impresionante. El corto (que no lo es tanto, de hecho dura veinticuatro minutos) se titula Entre raíles y lo firman  Delfina Spratt y Àlex Puig Ross. Formalmente impecable y con el tono justo para emocionar sin caer en truculencias, recoge los testimonios de cuatro maquinistas de trenes que han arrollado a personas en las vías. Son tres hombres y una mujer a los que escuchamos mientras conducen sus trenes. Uno de ellos ha sufrido ocho accidentes de ese tipo. Ella solo uno, pero especialmente dramático. Los cuatro hablan de lo que sintieron entonces y de lo que sienten ahora. Sus testimonios son sinceros y contenidos así que emocionan sin tremendismos. Ya digo, una joya que demuestra la excelencia de Barcelona para aprender a hacer buen cine. Y Qué tal Pascual lo confirma de forma mayúscula. La han hecho Bárbara Brailovsky, Romina Noel Campanelli, Gustavo A. Mejía y Rosalie Timmermans como proyecto fin de Máster. Para presentar la película han venido a Gijón los tres primeros (ellas argentinas, él creo que colombiano) y han podido comprobar que su película nos ha entusiasmado y que ha sido un gustazo escucharles tras la proyección. Qué tal Pascual cerraría una posible trilogía soberbia (aunque involuntaria) con Zaniki y En busca del Oscar. Como contrapunto a la creciente presencia de temáticas femeninas y feministas en la programación del festival, estas tres películas se centran en retratos de varones maduros con ombligos muy notables. Incluso el orden es perfecto como estudio progresivo (en edad y en carácter) sobre el ego masculino en la edad tardía. Decidí ver Qué tal Pascual (además de por la garantía que su supone su procedencia de la escuela barcelonesa) porque la sinopsis me hizo pensar en aquel extraordinario anciano, casi indigente, que sacaba "cosas bonitas" de una caja en la película En Construcción, aquel magnífico retrato que hizo José Luis Guerín sobre la transformación de la zona del Raval en la que hoy está la Filmoteca. Pascual es tan barcelonés como aquel hombre, pero vive en la parte alta de la Diagonal, dirige una peluquería de referencia y viste en tiendas caras donde conocen tan bien sus gustos como los conoce el dueño de la coctelería que frecuenta. Pascual es un anciano sentencioso con unas gafas que me recuerdan a las de Woody Allen (como también las músicas que abren y cierran la película). De hecho, es igual de locuaz que él, pero más alto, mejor vestido y mucho más seguro de si mismo. Verlo solo o en compañía de sus amigos (incluido Serrat) es toda una experiencia porque es un tipo que no calla, que tiene un ego grande y sentencioso, y tan elegante cuando habla en catalán como cuando lo hace en castellano. Un arquetipo masculino, tirando a insoportable, que tiene el exagerado saber estar de quien siempre se imagina frente a un espejo. Y es allí precisamente donde Bárbara Brailovsky lo sitúa para que su cámara haga de espejo (o compita con él, como en las escenas de la peluquería) y nos revele la personalidad arrolladora de este Pascual que es muy consciente de su singularidad y no deja de decirlo. El personaje es muy propicio para provocar la risa en el espectador pero, tanto por la forma en que se nos presenta como por la evolución de la imagen que de él vamos teniendo a lo largo de la película, está claro (y Bárbara Brailovsky así lo señaló en el coloquio) que se tuvieron muy en cuenta esos límites éticos a los que yo aludía cuando cuestionaba el retrato que en Muchos hijos, un mono y un castillo se hacía de la protagonista. Así que ha sido una tarde magnífica con esta estupenda película a la que solo cabe desear tanto éxito (también en su posible exhibición comercial) como el que merecen tener quienes la han hecho posible.