viernes, 19 de abril de 2019

Gracias a Dios

de François Ozon. Francia, 2019. 137.
19 de abril de 2019. Cines Parqueastur, Corvera.

Hasta principios de los noventa un sacerdote de Lyon abusó de numerosos niños que estaban a su cargo en campamentos de Boy scouts. Muchos años después sus víctimas lo denuncian. Algunos ante la Iglesia, otros ante la policía. Así se inicia un movimiento organizado en una asociación que consigue procesar al sacerdote y poner en cuestión a la jerarquía católica francesa.

Por mucho que haya recibido el premio del jurado en el festival de Berlín esta no es ni de lejos una de las mejores películas de Ozon. Nada que ver con El club de Pablo Larraín o Spotlight de Thomas McCarhty, dos películas que trataron el mismo tema hace cuatro años (cuando se estaban  produciendo en Francia estas denuncias) de forma infinitamente mejor. El verismo de la película de Ozon (sobre todo en las textos epistolares que llenan su primera parte) no hace mejor un relato en el que uno quiere encontrar subtextos que vayan más allá de lo obvio y pongan en cuestión aspectos problemáticos de determinados presupuestos que parecen compartir los protagonistas: el esencialismo permanente de la condición de víctima y victimario, el obstáculo que a su juicio son la presunción de inocencia o la impertinencia de la prescripción de lo punible... Como la película es muy larga, a Ozon le da tiempo a mostrar muchas cosas. Entre ellas, la diferencia entre el cura que abusa y el que décadas después es acusado, los distintos efectos que tales abusos tuvieron en quienes ahora denuncian o lo que supone para sus vidas actuales implicarse en la causa común de la asociación. Así que mientras veo la película quiero pensar que Ozon no está componiendo solo un relato obvio y políticamente correcto con axiología en blanco y negro, sino que pretende que su película propicie debates más matizados. Pero no. Los textos finales con la pantalla en negro que cuestionan la presunción de inocencia y ensalzan que la prescripción de estos delitos se haya extendido en Francia más allá de los treinta años muestran que la intención de Ozon no era suscitar ningún debate.