16 de julio de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.
Diego y Maradona. El humilde chico que jugaba al fútbol como Dios y el divo mediático que pasó de ser divinizado a demonizado, sobre todo en Italia. Con imágenes originales en los campos y fuera de ellos se muestra el ascenso y declive del argentino más famoso del siglo XX. Con permiso de Gardel y de Perón.
Si me gustara el fútbol recomendaría esta película porque confirma que Eduardo Galeano tenía razón cuando decía que Maradona era un Dios jugando al fútbol. Según él siempre llevaba la pelota pegada al pie. Claro que para el añorado escritor uruguayo el verdadero Dios padre del fútbol era Messi, ese otro argentino del que decía que la lleva no pegada al pie sino dentro de él. Pero no es solo que el fútbol no me guste, es que si Marx levantara la cabeza seguramente estaría de acuerdo conmigo en que actualmente el futbolismo es quizá el más potente narcótico social. Una droga que se cultivó con ahínco en el siglo XX y que ahora fermenta y lixivia con tal intensidad que sus adictos parecen empeñados en conseguir que ni siquiera las mujeres se libren del mal. Pero la película de Asif Kapadia me parece muy recomendable no por Maradona sino porque está está estupendamente contada su historia, porque tiene imágenes magníficamente seleccionadas y porque forma un díptico perfecto con Amy. Las dos comparten un dispositivo que solo usa imágenes originales prescindiendo de cualquier actualización con entrevistas o grabaciones posteriores. Como Maradona, Amy Winehouse también fue convertida en un juguete roto. Sin embargo, su muerte temprana y su magnífica música hacen que su historia resulte más emotiva y atractiva que la del futbolista. Así que Asif Kapadia, además de apostar por un formato coherente y atractivo, demuestra un notable compromiso ético con la denuncia de esa industrialización de los mitos mediáticos que no solo los destruye a ellos sino que corrompe a unas sociedades dispuestas a ensalzarlos y denostarlos sin límite ni piedad.