domingo, 8 de diciembre de 2019

El irlandés

de Martin Scorsese. EE.UU., 2019. 209.
8 de diciembre de 2019. Cines Arenas, Barcelona. V.O.S.

Un Frank Sheeran anciano se confiesa en un geriátrico. Así vamos repasando la vida de un hombre que aprendió a matar en la Segunda Guerra Mundial y que no dejó de hacerlo hasta aquel viaje para asistir en una boda que se acabó convirtiendo en el encargo más triste.

Tres horas y media impresionantes en una de las cuatro salas en que se puede ver en Barcelona esta magnífica película. Solo yendo a Madrid pudimos ver Roma en las debidas condiciones y solo viniendo a Barcelona hemos podido ver ahora esta monumental obra de Scorsese. Así es la contribución de Netflix a la destrucción del séptimo arte mediante la banalización de las formas de ver el cine. Pero mejor volvamos a lo que importa, a esta película de vocación intemporal que parece hecha siguiendo las distintas edades de un actor tan scorsesiano como un Robert de Niro inolvidable en este papel de irlandés entre italianos o unos actores tan magníficos como un Al Pacino que parece nacido para encarnar a este Jimmy Hoffa tremendo e impulsivo o como el de un Joe Pesci que sabe estar a la altura de esos dos gigantes y con el que Scorsese parece ofrecernos otra mirada sobre la figura del mafioso. En El irlandés hay referencias a la propia obra de Scorsese (como ese secuencia del comienzo que recuerda desde la edad tardía a la del arranque de Uno de los nuestros o como ese atentado en Columbus Circus que remite al de Taxi driver). Pero sobre todo hay un repaso a las conexiones entre el poder político y el crimen durante el último tercio del siglo XX en los Estados Unidos. Siguiendo la vida de un Frank Sheeran al que le duele lo indecible tener que matar al amigo pero al que le cuesta menos hacerlo que llamar luego a su mujer,  Scorsese nos va contando una historia que resulta diáfana y lineal pero que también nos relata con distintos ritmos: el de una confesión, el de un viaje en coche y el del repaso a una biografía truculenta. Los tres hilos conductores de la película remiten también a algunos de los temas clásicos de Scorsese: la confesión y el perdón. Así, como no podía ser menos, El irlandés tiene también una lectura en clave religiosa y, en el caso de Scorsese, católica. Por eso hay todo un testamento de buen hacer cinematográfico, una confesión de carácter político y una reivindicación de la dignidad y la familia en la mirada de esa niña ante un padre que cree protegerla ejerciendo la violencia y que, precisamente por ello no recibirá el único perdón que realmente le importa. Ojalá que El irlandés no sea la última película de Scorsese. Y ojalá que la próxima no se la entregue a Netflix.