10 de enero de 2020. Cines Los Prados, Oviedo.
A una minúscula isla del Atlántico llegan Thomas Wake y Epharaim Winslow para atender el faro durante varias semanas. Wake es un viejo farero que ordena y manda y Winslow un joven solitario con sentimientos torturados. La relación entre los dos será tan dura y difícil como el clima del lugar. Pasadas algunas semanas los dos perderán bastante más que la noción del tiempo.
Eggers ya nos sorprendió hace tres años con su capacidad para crear atmósferas extremas e inquietantes en ambientes aislados y humanamente asfixiantes en su película La bruja. Ahora lleva al límite su virtuosismo visual y sonoro. Con una relación de aspecto 4:3, una fotografía expresionista en blanco y negro y unos encuadres perfectos, El faro es una película con vocación de gran clásico. De hecho, uno imagina la magnífica exposición fotográfica que se podría hacer con sus imágenes con solo seleccionar un fotograma de cada escena o incluso de cada plano. La historia es áspera y está repleta de referencias cinéfilas y literarias. Y no solo las que Eggers ha incluido deliberadamente porque también es posible encontrar ecos de cierto surrealismo o realismo mágico en las ensoñaciones del joven y, sin que ninguna imagen lo subraye, uno piensa en el Duelo a garrotazos de Goya como síntesis pictórica de lo que Eggers nos muestra. Sobra decir que Robert Pattison y el camaleónico Willem Dafoe están magníficos en estos personajes casi mitológicos que han de convivir (o malvivir) en ese lugar extremo en el que uno custodia el secreto de la la luz que brota de lo alto de ese faro fálico y el otro sueña con arrebatársela.