6 de noviembre de 2019. Cines Parqueastur, Avilés.
Higinio corre un gran peligro en su pueblo andaluz. Él había sido concejal de izquierdas durante la República y, tras delatarlo un vecino, los sublevados lo buscan para matarlo. Con la ayuda de Rosa sobrevivirá como un topo en un agujero que ha preparado en su propia casa. Durante más de treinta años.
De los autores de Loreak y Handía ya esperaba esta perfección en la reconstrucción de los ambientes y en la evolución del relato. Es una historia íntima y opresiva que podría tener cierto parentesco con las sensaciones de aquel agobiante Enterrado de Rodrigo Cortés. Pero en La trinchera infinita la tensión se dilata y la historia no es estresante. Aunque sus dos horas y media se pasan en un suspiro y uno jamás mira el reloj, la sensación es la de estar acompañando durante muchos años a esta familia de doble vida en la que el marido (y luego padre) nos hace observar el mundo desde las mirillas de su agujero. En un dilatado fuera de campo intuimos la evolución del franquismo que está muy bien retratada desde la penetrante mirada de este hombre encarcelado en su propia casa. Belén Cuesta y Antonio de la Torre están perfectos en esta historia que tiene un guión impecable de andalucísimo hiperrealismo. De la Torre consigue una vez más bordar un papel inolvidable por el que, si no recibe el Goya, será porque el jurado se ha equivocado o porque el nivel de los actores españoles es extraordinario. La trinchera infinita es un relato conmovedor, una lección de buen cine y también una lección de historia. Otra película española absolutamente imprescindible.