miércoles, 20 de noviembre de 2019

Liberté

de Albert Serra. España, 2019. 132’.
20 de noviembre de 2019. Teatro Jovellanos. 57º Festival de Cine de Gijón (Pase especial). V.O.S.

Una noche en un bosque alemán antes de la Revolución Francesa. Encuentros sexuales disfrutados y contemplados por hombres y mujeres de distintas edades y condiciones diferentes. Hay carrozas varadas, novicias invitadas y hombres de hacen cosas o se las hacen. Es el placer de ver y ser visto. De hacer y dejarse hacer. De disfrutar con el dolor que se causa o con el que se recibe. Un libertinaje forestal que haría las delicias de Sade.

Animales nocturnos. Que se encuentran, se tocan, se dañan o se acarician. Entre ellos y a si mismos. Es un espectáculo en el que la mirada busca y no siempre encuentra. O a veces ve lo que no querría mirar. Les sucede a estos personajes que hablan poco antes de que la noche caiga y luego no dicen casi nada. No entendemos bien quiénes son ni cuáles son sus relaciones. Seguramente ellos tampoco. Ni los personajes ni los actores (de hecho, algunos ni siquiera lo son). Pero lo que importa es la densidad de esa atmósfera sexualmente estival entre los árboles. Con encuentros imprevistos e indefinidos en los que no importan las consecuencias. Es el placer en presente continuo. La realización de todos los deseos en medio de la noche. En su excelente presentación de la película, Albert Serra nos advierte de que será larga, densa y para muchos exasperante. De hecho, entiende que algunos se vayan de la sala antes de que pasen las dos horas y media largas que duran las imágenes de esa noche de placeres forestales. De hecho, así sucede y las salidas del público en la oscuridad del patio de butacas parecen prolongar las acciones y los sonidos de la pantalla. Quienes salen se levantan demoradamente y parecen molestos. No dicen nada, pero el ruido de sus cuerpos y de los contactos con las butacas, con las puertas y entre ellos me hacen pensar en que mientras se van están buscando o teniendo encuentros imprevistos en los bordes de la sala. Como en Serbis de Brillante Mendoza pero en el contexto aristocrático de este teatro gijonés. Liberté (y sus aledaños) es una experiencia exigente pero muy especial. Propia de un festival que no debe tenerle miedo a programar ese tipo de obras selectas por las que se supone que la gente va al Reina Sofía. No es cine para entretener, para pasar el rato, para desconectar enchufándose a resortes resabidos. Es un tipo de arte que merece tener su espacio y su tiempo: los de la última sesión de un día entre semana de un buen festival. Pero para muchos el verdadero espectáculo vino después de la proyección. Cuando el encuentro con Albert Serra se conviritió en un radical desencuentro con motivo de las dos primeras intervenciones en las que le reprocharon algunas decisiones en su película (no por lo sicalíptico de su contenido, sino por cuestiones de género). Y ahí comenzó un diálogo tan interesante como crispado sobre la corrección política, sobre la libertad y la responsabilidad del creador, sobre las funciones educativas de la ficción... En algunos momentos Serra hizo de Dalí y seguramente muchos solo vieron entonces su obligo. Por suerte, otros pudimos asistir al día siguiente a la lección magistral (que no master class) que dio en la escuela de Comercio sobre la metodología en el cine contemporáneo. Estuvo magnífico y demostró que no solo tiene grandes intuiciones como director, sino que también las tiene cuando habla sobre el cine. Le separa un mundo del carácter de Jaime Rosales o de Peter Brook y quizá no haya leído a ninguno de los dos pero, hablando de la fabricación cinematográfica o de la dirección de actores, expresa como nadie ideas que me han recordado a la lucidez del primero en las páginas de El lápiz y la cámara o a la sabiduría del segundo en cualquiera de sus libros. Fue un gusto escuchar a Albert Serra en la visita comentada que hace unos años hizo en Oviedo al Museo de Bellas Artes con motivo de la presentación de esa joya que es La muerte de Luis XIV. Y ha sido estupendo ver su nueva película en las mejores condiciones para una proyección pública y con el mejor contexto posible: el de sus lúcidos, egocéntricos y siempre fascinantes comentarios.