24 de marzo de 2020. I Festival On line de Cine Dirigido por Mujeres, Avilés.
La directora chilena rememora la vida de Ainhoa, una barcelonesa a la que no conoció pero con la que podría compartir mirada generacional y padecimientos íntimos. Con imágenes, grabaciones, fotografías y diarios que le entregó su hermano tras su muerte, va reconstruyendo la infancia temprana de Ainhoa en los tiempos en que Franco aún vivía y su familia era feliz cada vez que regresaba al País Vasco. También reconstruye su adolescencia turbulenta y esa juventud tardía, voluntariamente marginal, en la que parecía seguir queriendo encontrar la felicidad cuando decidió dejar de buscarla.
La memoria como reconstrucción. Imágenes, relatos y reflexiones sobre una vida concreta y sobre lo que podría revelar de las vidas de otras mujeres. Todo el material es de primera mano. La mano de un padre que empuñaba la cámara para capturar momentos cotidianos de felicidad. La felicidad que muestra su mirada sobre esa madre gratísima (a la que la cámara quiere muchísimo) que hace difícil pensar que la vida de Ainhoa no fuera siempre feliz. Además de dulces filmaciones familiares de los setenta también hay diarios íntimos muy ásperos de las dos décadas siguientes. A todo eso Carolina Astudillo Muñoz le añade su propia voz narrativa para reflexionar sobre el relato posible de una vida concreta. La vida de Ainhoa, esa mujer cuya intimidad doméstica invadimos con la cámara de su hermano poco tiempo después de que decidiera suicidarse. Como toda historia que pretende (y consigue) ser verdadera, la película atrapa, conmueve y da mucho que pensar. También sobre los pruritos éticos de usar unos materiales que no fueron filmados, grabados o escritos para que los contempláramos nosotros.