3 de marzo de 2020. Cines Parque Principado, Lugones.
En los años ochenta Bryan Stevenson era un joven abogado negro de Delaware que tras licenciarse en Harvard decidió instalarse en Alabama para defender a personas que estaban en el corredor de la muerte. Uno de ellos era Walter McMilliam que en 1987 fue condenado casi sin pruebas por el asesinato de una joven blanca. Un entorno racista y un sistema penal disfuncional hizo posible una condena que no se habría producido si McMilliam fuera blanco. Desde entonces Bryan Stevenson ha conseguido sacar a 140 condenados del corredor de la muerte.
Si Matar a un ruiseñor se hubiera estrenado ahora no me extrañaría que buena parte de la crítica hubiera censurado su maniqueísmo, su pretensión edificante o sus excesos hagiográficos en el retrato del abogado Atticus Finch. Pero tanto la novela de Harper Lee como la película de Robert Mulligan ya tienen más de medio siglo y han pasado al olimpo de las obras venerables. Más o menos como el museo sobre aquella historia que los racistas recomiendan que visite el abogado negro que protagoniza Cuestión de justicia. Estoy de acuerdo que las buenas intenciones morales, el compromiso con los derechos civiles o simplemente con que el sistema judicial sea justo no hacen buena a una película. Pero tampoco la hace mala o sospechosa como le sucede a esta para buena parte de una crítica que no se si estéticamente será muy moderna, pero que política y éticamente me parece que muchas veces tiene alergia a lo que le huela a progresista. Tras Short Term 12 Destin Cretton no tiene nada que demostrar en cuanto a su capacidad para filmar con miradas múltiples y bien articuladas historias de gran calidad cinematográfica. Pero aquí ha decidido atenerse a los hechos y evitar requiebros formales en el relato de una historia verdadera que conmueve con las excelentes interpretaciones de Michael B. Jordan y Brie Larson y con un guión que, sin alharacas, tiene momentos extraordinarios, especialmente en algunas escenas en los juicios. Yo sé reconocer que el cine conservador, y hasta reaccionario, puede ser también muy bien cine (Mystic River es un buen ejemplo), pero estaría bien que algunos críticos no rechazaran algunas películas porque puedan resultar edificantes y hasta un poco progresistas. Sospecho que algunos tildarían de excesivamente moralizante a Senderos de gloria si no fuera ya una película venerable. Pero es que estar en contra de la pena de muerte y denunciar el mal (banal o sádico) en el ejercicio de algunos tribunales no es un error de cineastas como Destin Cretton. Es simplemente una cuestión de justicia.