miércoles, 12 de marzo de 2025

Los espigadores y la espigadora

de Agnès Varda. Francia, 2000. 82’.
12 de marzo de 2024. Teatro Filarmónica, XI Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo. V.O.S.

Espigar y racimar. En el campo se espiga cuando hay que agacharse para recoger lo que crece de abajo arriba. Y se racima cuando se recoge lo que crece de arriba abajo. Agnes Vardà comienza con la escena que retrata Jean-François Millet en su cuadro Las espigadoras. Al final del siglo XX aún había quienes espigaban en los campos de Francia. Y también en las ciudades. En ellas los espigadores urbanos buscan y rebuscan en lo que abandonan quienes no saben condurar. 
 
Carlos Losilla tenía razón cuando, antes de la proyección, señalaba que Los espigadores y la espigadora forma un buen díptico con Umberto D. la película de Vittorio de Sica que vimos antes. Y también  lo haría con El estado de las cosas, aquella joya de Joaquín Maito y Tatiana Mazú que pude ver hace diez años en Buenos Aires. El cuadro de Millet es un buen punto de partida. Mirándolo uno piensa en lo olvidados y esenciales que son verbos como espigar y condurar. Porque si Hume tenía razón y la identidad humana no es más que un haz de impresiones, recordar y hacer memoria no es más que espigar algunas de ellas. Y eso es precisamente lo que hace magistralmente esta espigadora de imágenes que es Agnès Varda. En diciembre pudimos comprobarlo en Barcelona en la magnífica exposición del CCCB y también en otras películas suyas que he reseñado en este blog (Cleo de 5 a 7, Una canta, la otra noLas cien y una noches, Caras y lugares). Como cineasta del siglo XX Agnès Varda merecería ser considerada como lo mejor de la  Nouvelle vague. Y en el siglo XXI podría ser vista como pionera de un cine comprometido con cierto subjetivismo universalista. En este sentido, su mirada podría sintonizar con la de cineastas como Jonas Mekas, Chris Marker o Ross McElwee y también anticipar (o inspirar) a directores españoles como José Luis Guerín o León Siminiani.