16 de octubre de 2019. Fábrica de Armas de La Vega, Oviedo. V.O.S.
Vemos a Peter Brook dirigiendo unos ensayos. Sobre gran alfombra y con un alambre imaginario los actores s van convirtiendo por momentos en funambulistas. La intimidad de las indicaciones y las bromas, el cuidado con que se miman los gestos y los silencios, la atención compartida para preservar la sintonía y extremar la lucidez... De todo esto nos percatamos gracias a la cámara de Simon Brook. Sin importunar a su padre y sin que los actores reparen en ella.
En la presentación de la película Simon Brook citó a Heisenberg para explicar por qué su padre se negaba a permitir que nadie presenciara sus ensayos. Eso también le incluía a él. Así que convencerle para que por unos días le permitiera filmarlos dependía de que el ojo de su cámara no fuera visto por nadie. Y eso es una gran ventaja para nosotros ya que, como sucedía en el Marat-Sade que vimos el sábado, el sujeto espectador logra estar presente en este delicado sistema creativo sin alterar la posición ni la calidad del movimiento del objeto teatral observado. Así que El funambulista resulta una magnífica lección interpretativa que debería ser vista en todas las escuelas de teatro (y hasta en esas escuelas de público que a veces se echan tanto en falta). Por lo demás, la tarde ha sido sencillamente extraordinaria con el homenaje que los alumnos de las escuelas de arte dramático de toda España le brindaron a Peter Brook. Cordial, amable y emocionado el veterano maestro pudo presenciar en primera fila varias escenas que, tomando como hilo conductor los tipos de teatro que él distinguió en El espacio vacío, nos ofrecieron varias decedas de alumnos en una delicia escénica muy diversa y bien hilvanada. La última parte estuvo a cargo de los alumnos cordobeses y asturianos y, en su tramo final, llegó a ser conmovedora hasta la lágrima con todos frente a nosotros y una joven actriz caminando entre ellos mientras cantaba (casi musitaba) Agora non, esa añada asturiana que en belleza y emotividad me parece prima hermana de El cant del ocells. Quién lo dude, que busque el cortometraje de Víctor Erice Alumbramiento y, tras disfrutar con los once minutos de esa joya, escuche esa música perfecta que, como el teatro de Peter Brook, parece tener acceso directo al corazón.